viernes, 3 de abril de 2009

HOGAR, DULCE HOGAR

La puerta de la celda se abrió de golpe. Salió el primero, Jack, seguido de Iris. Ésta llevaba puesta la peluca del Malkavian y él el bolso de ella en la cabeza. Claudia salió a colación con un trozo de vestido desgarrado, despeinada, los tacones en la mano y suspiró de alivio cuando sus pies se posaron en el frío embaldosado. Darién la siguió; también tenía la ropa rasgada, así que se arrancó lo que quedaba de la camisa. Varios arañazos paralelos cubrían su torso moreno. Ángelus apreció con la ropa impoluta, se tambaleó un poco y se apoyó en la pared. Donser salió con la levita a la espalda y aire agotado. Marôuk llevaba a Roke cogido de las ropas, como si fuera una bolsa deportiva. El Assamita estaba destrozado y agotado. Él mismo tampoco estaba mucho mejor, y usaba su gran hacha doble como muleta. La puerta se cerró. Todos se apoyaron en la pared y se escurrieron hasta el suelo. Acto seguido empezaron a reír. Cualquiera diría que aquél grupo estaba totalmente loco. Y estaban en un sanatorio. ¿Irónico, verdad? Bueno dos de ellos estaban totalmente sonados, y además había dos Malkavian…

Cuando las risas se calmaron los siete disfrutaron de la brisa casi estival de la madrugada de las Highlands que entraba por la ventana.

—¡Oh, vaya! —exclamó Jack.

—¿Qué ocurre, pastelito? —preguntó Iris.

—El puto chino. Se ha quedado allí.

—¡Je! El cabroncete era el alma de la fiesta —recordó Ángelus.

—Sus congas rivalizaban con las tuyas, Jack —graznó Donser.

—¡Ni punto de comparación! ¡Las de Jacintollo! A mi me gustaron los lingos de Jacintollo —dijo el Malkavian.

—Quién iba a pensar que una vaca era capaz de hacer eso —murmuró el Nosferatu. Jack alzó un dedo—. He dicho pensar, zumbado —Jack bajó el dedo, desilusionado. Subió un pie.

—Y por cierto, Oberón es un degenerado… me tocó el culo en plena conga… ¡A su edad! —observó Claudia. Acto seguido le dio un cachete a Darién en el brazo—. Y a ti se te arrimaba mucho la tal Titania…

—Ché, qué querés… yo no tengo la culpa. Además sólo fue un roce —se defendió.

—El término es sobeo, te sobó a conciencia, como si fuera tu esponja, como si fuera una crema untuosa y aceitosa sobre tu piel musculosssssa —dijo Jack con voz aterciopelada y meliflua, por supuesto, deseoso de ayudar.

Claudia sacudió a Darién otra vez.

—Gracias Jack —le agradeció el Laibon.

—Un placer —se enorgulleció el loco con una sonrisa desencajada.

—O dos —aportó Iris.

—De todas maneras, —siguió Claudia—, lo que más me sorprendió fueron las tarantelas que bailó Marôuk.

Todos miraron al Gangrel. Éste no sabía dónde meterse. Se le veía claramente azorado.

—Y qué me decís del Donser violinista —opinó Ángelus, presto a salvar al Gangrel.

—¡Qué pasa! ¡¿No habéis visto a nadie tocar el violín?! —exclamó a la defensiva el aludido.

—Oh, sí, muchas veces… pero no llorar mientras lo hace, y emocionar a media corte feérica —dijo el Malkavian. Si veía una llaga, ahí iba él con cuatro kilos de limones.

—Fue tan… sensible —suspiró Claudia, maliciosamente.

—Ya os vale… —dijo el Nosferatu.

*

EL grupo se despidió en casa de Jack. Justo cuando subían a los vehículos, Darién se detuvo en seco.

—¡Ché! ¡Cómo pasa el tiempo! —murmuró.

—¿A qué te refieres? —preguntó Claudia.

—A que se supone que ha pasado casi un mes —dijo el argentino señalando la luna.

Todos miraron al astro.

—Cierto, opinó Marôuk—. Cuando salimos era luna llena y ahora quedan dos días para el plenilunio.

—Pues anda que… eso ha sido una juerga y lo demás tonterías…

La procesión de vehículos abandonó Arkham-Ryder House y se dirigió hacia la ciudad.



El todoterreno de Claudia se adentró en la ciudad. Inverness era tranquila y callda a esas horas. El vehículo avanzó por las calles negras y encharcadas. Había llovido hacía poco. Los edificios arrojaban luces ambarinas sobre el asfalto. Detuvieron el coche a dos calles del apartamento de Darién y caminaron hacia allí.

Subieron al piso. Cuando entraron se encontraron con que la dobermann de Claudia, Noir, estaba en un estado hiperactivo. Al parecer alguien se había ocupado de alimentar y sacar al animal durante todo ese tiempo. Por el olor se diría que un Nosferatu descuidado. Noir correteó alrededor de los dos amantes, cogió del suelo uno de los troncos de madera de la chimenea, con ánimo de jugar, y, ante la asombrada mirada de los dos vampiros, lo astilló por la mitad entre las fauces. Si no hubieran estado tan agotados, se habrían molestado en averiguar cómo había hecho eso, de dónde había obtenido la fuerza para quebrar el leño.

Ambos se giraron a la vez y se dirigieron a la habitación mientras Noir se entusiasmaba convirtiendo el madero en palillos de dientes.

Un tentáculo de sombras apagó las luces. Claudia se dejó caer en la cama y sintió a Darién hacer lo mismo, y la oscuridad lo cubrió todo.

*

Ángelus llegó a su refugio, Blackhouse. Las verjas de metal se cerraron con un chasquido y cuando se abrieron las puertas de la mansión, las sombras se agitaron dándole la bienvenida. Entró en la mortal oscuridad de su refugio, sintiéndose agradablemente reconfortado. Caminó hasta su sala de entrenamiento. Sacó de entre las sombras una katana reluciente y, pese a su agotamiento, por pura disciplina, tan sólo con unos pantalones como atuendo, empezó a realizar una serie de movimientos . era su manera de meditar, principalemnte. Ocupaba el cuerpo y la mente quedaba libre para pensar. Reconstruyó todo lo acaecido. El combate con el Sidhe había sido interesante. Poseía una técnica sorprendente e impecable, y en sus giros, vueltas y contravueltas, se sorprendió imitando el estilo del feérico. Empezó a estudiarla en profundidad.

Sintió un ligero calambre en el brazo derecho.

*

Jack y Iris llegaron a casa. Habían bajado a la ciudad a recoger ciertos encargos en su sex-shop favorito, y comprar regalitos para todos, dejar una gran caja de consoladores en las puertas del convento con la etiqueta Caridad, y volvieron a casa con dos consoladores de ventosa en el capó del todoterreno. De hecho sorprendieron a los participantes en la carrera urbana ilegal en la que se entrometieron: situarion su coche detrás del que iba ganando y empezaron a pitarle para que se apartara de en medio. Donser había equipado el vehículo de tal manera que podía dejar a un deportivo trucado en ridículo.

Como el mentecato no se quitaba, Iris empezó a tirarle cosas al capó hasta que dos réplicas a tamaño real del miembro de Nacho Vidal entraron por la ventanilla del tipo y el coche derrapó.

Volvieron finalmente a casa, prepararon los paquetes sorpresa de tal manera que la misma familia recibiera los días seis y diecinueve más uno de cada mes un artículo del sex-shop. Una gran familia ultraconservadora que pretendía cerrar Arkham para hacerse con las tierras y recalificarlas. Por supuesto todos los artilugios estaban impregnados de una base ligera de SC1, por lo que poco a poco empezarían a sufrir trastornos psicológicos relacionados con la paranoia —además de lo que tuvieran ya latente, que empezaría a liberarse—, y la fobia.

Los artículos serían distribuidos por correos, mensajería y colaboradores, (Kabezapollo encontró la idea tremendamente divertida). Aparecerían en diversos lugares: en el coche, en la cocina, el baño, las habitaciones, la caseta del perro, el trabajo, en el despacho del jefe… Por supuesto habían sido adquiridos con una tarjeta robada y los dueños de los sex-shop (en realidad intervendrían cinco tiendas) recordaban vagas descripciones de los compradores.

Silencio en Arkham-Ryder House. El sonido de una de las cajas abriéndose, y del interior de la casa brotó un restallido de risa aguda y maníaca. Acompañada de un trombón.

*

Marôuk descansaba plácidamente en una roca sobresaliente que daba al lago Ness en su forma de gran felino. Después de haber dejado a Roke en un contenedor de basura —el Assamita estaba inconsciente y él no iba a entrar en la guarida de un asesino, así que lo dejó en el contendor que había en el callejón y dejó un aviso en el dojo— y, acto seguido, marchó hacia los terrenos salvajes de las Highlands.

Ahora se encontraba disfrutando del aire libre. Sabía que los Garou lo vigilaban. De cerca. Casi sentía el aliento, —y por donde se expulsa el aliento, los colmillos están cerca… — en la nuca. A lo que él respondía transformándose en puma y echado en la roca indolentemente , disfrutando del frescor de las aguas ene l aire y el aroma de las colinas y bosques circundantes.

De pronto algo resonó en su mente. Una poderosa y vieja llamada. De golpe todos los lupinos de la zona empezaron a aullar. Marôuk se desperezó, sintió cerca el amanecer. Saltó la roca y una vez de pie en tierra se hundió, fusionándose con ella. De vuelta a casa.

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